7 recomendaciones para una buena redacción
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En torno al Pleonasmo se encuentran cosas divertida. Les dejo un texto. Se dice que está escrito por un “Anónimo desconocido” para empezar con el primer pleonasmo.
Todos los que hablamos español (o casi todos) sufrimos de “pleonastitis”, una dolencia congénita para la cual no se conocen ni vacunas, ni antibióticos. No tiene cura, tampoco nos mata. Pero, cuando no se controlada, molesta (y bastante) a quien convive con el paciente. El sintoma de esta dolencia es la verbalización de pleonasmos (o redundancias) que, con o objeto de reforzar una idea, acaban por conferirle un sentido casi siempre patético.
El diccionario lo define así: PLEONASMO es el uso innecesario de una o más palabras que se añaden a una oración con la idea de hacerla más clara, pero no aporta expresividad ni añade nada nuevo al significado de la frase. En resumen en una redundancia : se repite de forma distinta lo ya dicho. La redundancia no cumple ninguna función; por eso su uso no está justificado. Aquí algunos ejemplos:
Y los más comunes:
No se encierre, porque si piensa que por quedarse en casa estará a salvo de la “pleonastitis”, tengo otra notícia para usted. Y es que la televisión es, con “certeza absoluta”, la “principal protagonista” de la propagación de este virus.
Es más difícil puntuar correctamente que colocar correctamente los acentos, porque si bien las reglas de los primeros son claras y obligatorias, las de los signos de puntuación son muchas veces optativas: una persona colocará una coma donde otro pondría un punto, un punto y coma, o quizá nada. Por ello, más que reglas, se debe hablar de recomendaciones en el uso de los signos de puntuación.
Los signos de puntuación intentan suplir en la escritura a la entonación y las pausas. Me explico: la misma oración estás acostado puede significar cosas distintas dependiendo de que tenga la entonación de una pregunta, de una afirmación o de una exclamación de sorpresa. Necesitamos diferenciar estas entonaciones por medio de algún tipo de signo. Lo mismo sucede con las pausas: una coma puede hacer variar dramáticamente el significado de una oración. Se dice que el zar Pedro el Grande tenía unos impresos preparados en los que ponía matar no tener piedad con los que firmaba las penas de muerte o sus conmutaciones. Si quería ejecutar al reo, ponía la coma tras matar: matar, no tener piedad; si por el contrario quería que la pena no fuera llevada a cabo, ponía la coma tras no: matar no, tener piedad. Sin llegar a estos extremos de truculencia, pensemos que no es lo mismo decir Elena, te llama Juan, que Elena te llama, Juan. La colocación de estos signos es, pues, portadora de un significado, por lo que hay que pensar muy seriamente si hay que colocar un signo o no y dónde.
Algo que hay que tener muy en cuenta es que, si bien todo signo de puntuación distinto de las comillas implica una pausa en la entonación, no toda pausa debe ser señalada por medio de una coma u otro signo, ya que hay pausas en el discurso que son puramente respiratorias, que se hacen independientemente de la puntuación para poder aspirar aire. No se deben escatimar las comas, pero un uso excesivo de ellas suele resultar agobiante por lo entrecortada que deja la lectura.
Los signos de puntuación son:
Toda redacción, no importa el tema o extensión, debe ser un todo armónico; con una lógica comprensible; con un orden, pulcritud y sentido, para ello es necesario tener en cuenta las pautas siguientes:
Toda expresión que se valga de la palabra escrita, logra su propósito de comunicación mediante el arte de redactar. Redactar, que etimológicamente quiere decir “poner en orden”, consiste en expresar por escrito los pensamientos e ideas previamente ordenadas. El propósito de la redacción es combinar palabras, frases, períodos, párrafos y textos, para, a través de ellos, verter ideas ya elaboradas, de manera que se produzcan en un todo armonioso, capaz de ser debidamente comprendido. En otras palabras, la redacción podría definirse como una composición literaria en la que se desarrolla, de una manera completa, correcta y elegante, un tema determinado, dentro de ciertos límites de amplitud.
La redacción es fundamental si deseamos consignar algo por escrito. Cualquier texto que queramos suministrar, cualquier impresión que deseemos transmitir a través de la palabra escrita, no son ni más ni menos que una redacción. Su trascendencia es enorme, pues, si bien la palabra transmitida en forma oral, vuela y se desvanece, lo escrito, por el contrario, se perpetúa: puede leerse, releerse, meditarse, y, a través de ello, el lector puede formarse una idea completa de lo que piensa y quiere decir el escritor. Debido a ello, es muy importante que se tome en cuenta lo siguiente:
La forma y el fondo.
Todo tipo de redacción, como cualquier manifestación literaria o artística, debe poseer dos elementos básicos, que son la forma y el fondo, ya que de nada sirve tener ideas originales y acertadas, si no se pueden expresar con la debida corrección. Tampoco reporta utilidad tener un amplio dominio del idioma si no se tiene nada que decir.
La forma, el cómo decirlo, es el modo particular que se posee de expresar una idea, lo que llamamos técnicamente redactar. Resulta un poco difícil instituir normas rígidas y concretas sobre la manera de redactar, ya que la expresión de nuestros pensamientos, sentimientos, emociones, vivencias y conceptos está sujeta a fenómenos tanto artísticos como científicos. En el primer caso, la expresión de nuestros pensamientos está atada al entorno y variaciones del momento, del lugar, la moda, etc. En el segundo, está cambiando a cada instante por los procesos de la fonética, la lingüística y la gramática, debido a que el idioma evoluciona día a día.
Por otra parte, la forma o el modo de expresarse es algo personal que está íntimamente ligado a factores tan distintos, como son la educación, el temperamento, el medio ambiente, etc., que no se puede hablar en un estilo único y perfecto. Cada persona tiene su manera, y crea su propio estilo de redacción; así puede deducirse que hay tantos estilos como personas.
Establecer una forma de redactar equivale a formarse un estilo. Para ello es necesaria además de una cierta predisposición natural, una labor asidua y un gran sentido de superación; y por eso comporta, a un tiempo, estudiar actitudes, pulir la sensibilidad, perfeccionar los gustos, desarrollar las dotes de observación, orientar los sentimientos, elevar el espíritu hacia nobles ideales; en pocas palabras, definir una forma de redactar es equivalente a definir la personalidad.
El fondo. Toda redacción debe versar, claramente, sobre algún tema propuesto de antemano. Entonces, las ideas sugieren dicho asunto y que han de servir para su desarrollo, constituyen el fondo de la redacción. En otros términos, el fondo equivale a qué decir.
Algunas causas que colaboran a una mala redacción, y que deben evitarse, son las siguientes: