Buenos lectores
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La capacidad lectora no es solamente la habilidad para leer letras, que forman palabras, y que en una oración ofrecen un sentido completo de una idea; es también la capacidad de comprensión, y de interpretación. En el siguiente texto se analizan los diversos tipos de lectores y lo que se espera de alguien que realiza una lectura crítica.
BARBA Débora (Septiembre 2007), Apropiarse de un texto en: Diálogo Filosófico, Num. 69, Madrid: Universidad Autónoma de Madrid, pp. 455-478.
Hay muchos tipos de lectura, cada uno con su propia finalidad, cada uno adecuado para una ocasión específica. El lector hábil es aquel que varía su velocidad y su método de lectura para adecuarlos tanto al material que está leyendo como a la razón por la cual lo hace.
Si se revisa la lista de los resultados de un examen para encontrar la calificación, se hará muy rápidamente en busca de su nombre. Una vez encontrado éste, se lee muy cuidadosamente el resultado que está frente a él. Es probable que lo lea varias veces para asegurarse de que no hay error. Esto ilustra muy claramente cómo puede variar el tipo de lectura según su propósito, una rápida revisión para un punto vital ‑su nombre‑ y una atención cuidadosa y lenta para el detalle crucial -su resultado. Decidido a estudiar efectiva y eficientemente, se debe tratar de desarrollar un abordamiento variado en sus lecturas. He aquí alguna de los tipos de lectura.
Esta es, como su nombre lo indica, una búsqueda muy rápida en algún punto muy importante. Puede ser el número de una página, el título o una palabra clave. El punto esencial es que usted deliberadamente ignora todo menos el objeto de su rápida búsqueda. Algunas personas son pésimas para esto, porque rechazan la idea de concentrarse. Permiten que su atención divague y comienzan a leer los párrafos interesantes, olvidándose por completo de su propósito original. Un buen estudiante necesita ser hábil para buscar rápidamente. Puede tener que revisar libros o notas en la búsqueda de algún punto para un ensayo. Puede tener que revisar publicaciones e índices en la búsqueda de artículos importantes para su estudio. Un mal buscador es sencillamente alguien que deja que su atención se distraiga con lo que no interesa a su propósito inicial.
Este tipo de lectura se parece mucho a la revisión rápida, sólo que en él no se busca nada en particular. Simplemente se está viendo qué hay ahí. Por ejemplo, cuando se toma un libro sobre la democracia y se hojea viendo las ideas principales en los párrafos, los encabezados de los capítulos, etc., únicamente por ver si el libro interesa o puede ser útil. Al revisar un libro, se está buscando si hay en él alguna sección relativa ‑pongamos por caso‑ a la iniciación de la democracia en Inglaterra. Cualquier otra cosa es ignorada en la búsqueda. Así, cuando se revisa rápidamente se está buscando algo determinado. En cambio, cuando simplemente se hojea, se está considerando el conjunto completo de un libro o de un artículo.
Es éste posiblemente el tipo de lectura que normalmente asociamos con el estudio. Es lento y repetitivo. La meta es dominar lo que se está leyendo. Al terminar de leer un capítulo de este modo, uno espera haber captado todos los hechos, ideas y argumentos principales del mismo. La lectura de estudio puede muy bien suponer varias lecturas y el tomar notas que resuman lo que se ha leído.
Es éste el modo como la mayoría de la gente lee. Muchas novelas se leen así ‑en realidad, el conjunto de la literatura popular de ficción no merece más atención que ésta. Muy frecuentemente el propósito es la evasión. Volar durante una o dos horas por otros mundos, alejándose de los problemas y desgracias del mundo real. No se propone en ella digerir el material, ni evaluarlo críticamente. Tal lectura tiende a ser rápida y superficial.
Cuando es oportuna, la lectura ligera es de gran valor. A través de ella se obtiene gran felicidad y descanso, y puede salvar a mucha gente de sufrir un agotamiento. Pero, no porque muchas novelas y periódicos se lean de este modo, debemos considerarlos dignos de este trato a todos los textos de ese tipo. Tolstoy y Foster ‑Los Tiempos y El Guardián‑ merecen, exigen, un tratamiento de mucho mayor estudio. Exponen las ideas de los grandes momentos y exigen que usted estudie, critique y valorice tales ideas.
Hay ciertos tipos de material que demandan una lectura palabra por palabra. Sólo los mencionaremos para que usted no se sienta avergonzado cuando tenga que recurrir a esta técnica. Los casos más representativos en que se requiere la lectura palabra por palabra son el aprendizaje de lenguas extranjeras y el de las fórmulas matemáticas y científicas.
La habilidad para «leer» una línea impresa depende de la familiaridad que se tenga con el material. Automáticamente el lector reconoce palabras y frases comunes sin tener que atender en especial a cada palabra y a cada letra. Así, lo único que se requiere es echar un vistazo a En lunes ni las gallinas ponen para saber lo que dice; en cambio, una palabra como metoxihemoglobinemia requiere una consideración detenida. Sin embargo «metoxihemoglobinemia» contiene sólo cuatro letras menos que «En lunes las gallinas ponen».
De este modo, el ojo tiene que detenerse y seccionar palabras no familiares; por otra parte, se pueden asimilar frases familiares de un solo vistazo. Puesto que la mayor parte de las palabras extranjera no son familiares para un estudiante que se inicia en los idiomas se requerirá la lectura palabra por palabra antes de que las palabras y frases se vuelvan familiares.
Las fórmulas matemáticas y científicas son muy parecidas a una lengua extranjera; difieren de ésta, sin embargo, en que las fórmulas constituyen un método altamente condensado de dar información. La simple fórmula H20 contiene la indicación de «lo que se forma cuando dos átomos de hidrógeno se combinan con un átomo de oxígeno». Sin formulas los científicos y matemáticos se ahogarían en un mar de palabras. Usted debe, por lo tanto, estar dispuesto a leer más lentamente una fórmula.
Por supuesto, la familiaridad con una materia conduce a la familiaridad con sus modelos básicos de fórmulas.
Un lector eficiente puede seleccionar rápidamente lo que le interesa, pero su lectura no será efectiva si no reflexiona y evalúa el contenido de la lectura. ¿Qué evalúa un lector crítico? La fuente: ¿Cuál es la fuente?, ¿Es confiable? ¿Está actualizada? La tesis que defiende el texto. La tesis es una propuesta que hace el autor y que mantiene con argumentos. Se encuentra, generalmente en la introducción, o bien, en el mismo título.
En una lectura crítica es importante encontrar las contradicciones, afirmaciones sin respaldo, inferencias y sobregeneralizaciones. La identificación de estas inconsistencias es tarea de la lectura crítica. Las contradicciones son afirmaciones opuestas acerca de un mismo hecho o situación; las afirmaciones sin respaldo o sin sustentación, son aseveraciones que no están justificadas en el texto (generalmente, la sustentación se hace con hecho, ejemplos o teorías); las inferencias son afirmaciones que se deducen lógicamente de planteamientos o de hechos dados con anterioridad (a veces estas inferencias no se derivan de los hechos o planteamientos previos, pues estos se omiten o no tienen suficiente fuerza o valor) y las sobregeneralizaciones o generalizaciones apresuradas son afirmaciones generales acerca de hechos o situaciones que no están basados en la observación de todos los casos o de una muestra representativa de éstos (generalmente para enunciarlos se utilizan las palabras todos, ningún, o ninguno). También es importante descubrir las falacias, indican engaño o falsedad. Además, los errores ortográficos y la mala redacción debilitan un texto.
Estrategias para una lectura crítica: preguntarse…
Desde la taxonomía de Bloom, se podría seguir el siguiente esquema para una lectura crítica: